MECIDOS SOBRE UNA ROCA, ME PREGUNTA
Tendida en la roca me pregunta cuántas veces rozando su lengua
al cielo estiré la mano, cuántas de esas veces lo hice con los ojos cerrados
como para no ver que se escapaban de la tarde alegres serpientes.
De esas veces cuantas veces consideré a la estirpe de los mentirosos
esenciales para ver y no ver a las hormigas morder su espalda.
Deleitado pretexto en destiempo que la rotación de su cuerpo
esquivó siempre febril el disgusto de la marihuana húmeda.
Y es qué, ¿qué trascendencia tiene el mareo cuando la mano
se atreve y son aves nada más, aves de papel mache que
se deshacen en las manos cuando tan cerca su aliento
dio a mi Eneas y mi Quetzal anodino bienestar de delincuentes?
Besamos lo besable a las cuántas y tantas veces de estirar el ápice
y sentimos que bendecida por la claridad de nuestro deseo
la roca nos mecía torpe, dictado el esfuerzo mítico del baile.
A esa hora en que es granjeado y adolorido el infinito
ofrecí a ella ramos despeinados de mi abofeteada alma.
CANTICO DEL ANUNCIO ESPECTACULAR
Meneaba el ápice del viento
trémulas sibilas lúbricas,
concupiscente temblor de espanto,
como nunca se agitaron esas, las acuáticas
mujeres del cartel en la carretera.
Cómo temblaron la noche toda,
y los autos fueron una capsula certera,
que enajenado con los ojos de la loba
detiene su éxtasis motórico,
avisado de la chocante delicia
estalla en camaleón retórico,
pregunta qué falsedad alimenta la malicia,
qué temblores habrán de sacudir su paz sedicente,
porque en fuga la pasión de lo privado
traicionó con temor reciente
la venenosa asfixia del apeado.