domingo, 14 de diciembre de 2008

POEMAS

ENTONACIÓN


Orina amarilla,
profana bilis.

Aguijón en el glande,
te lo dije.

Una más,
pero di salud.

Y esa,
cualquier destello.

El aro del frio,
saca la piedra.









CUATRO MOVIMIENTOS DE UNA PIEZA

1:
Contempla los arbustos enraizar
el ansia oscura,
haz como las hormigas:
guarda en lo ajeno.


2:
Tibió licor en el saco,
un trago rápido para adormecer,
uno largo para despistar.

3:
Por el oriente
hacia la punta de tus pies
no hay sol que apueste
en el mismo juego de obscurecer.

4:
Es el tedio la mano tendida del engaño
y usted y yo la palma que busca estrecharse,
usted y yo manía de escarabajos,
líquenes de no ver,
espejuelos simétricos,
usted y yo la calma,
el ansia domesticada,
usted usted usted
y yo.








ALLEGRO DE REPENTE

Ya que no hay nada que me atrape,
me dejo caer en la trampa que invente para ti.

Hicimos domestico delirio,
el allegro era simple, hacia encorvar tus cejas
y la casa del rey de abril abría
eyaculante las arcas de la dicha.

Con la cruda en la mañana
había algo había nada
para este sin altura
como suelen presentarme.

La magia explicada,
lo que disolvió el allegro,
lo que derrocó al espasmo,
vertió semen sin signo
en la rompiente noche del desierto,
a ráfagas de miel de luna aterido
el miedo es un enjambre vapuleado.


CANCIÓN DE MAYRA

1:
En la conjuración del hastío,
o buscando la muerte nada más,
tu boca dio en la mía y yo liviano,
sonreí.

Decrecida liviandad del otoño,
de mis manos caen caricias,
todos pueden largarse,
quedémonos tu y yo adentro.

2:
En lo posible mantendremos a buena marcha la bicicleta,
estoperoles como garzas que vuelan alto
brillan cuando paso el brazo torpe por el estante
y pago el vino,
mira, te digo un par de cosas que ahora capturo:
porque los labios van y vienen cuando sale el aire de tu nombre,
y vagos fantasmas no atienden los teléfonos
pero escriben largas cartas antiguas como el instante,
por evocación del cliché se derrumbará el halago.

Mayra, como me gusta decir una y una y otra y otra vez ese nombre,
porque son aeronaves que despegan desde el cuerpo
a islas donde se cocina la frescura con que los alegres
aprenden a guardar secretos de amor.

3:
Pensé en trazar una carta que no fuese un mapa,
levantar con tierra de confusión una isla,
además, sin llamado de lo ajeno,
mudarme ahí por un instante,
el que su lectura exija.

Desarmo la abulia
y tecleo estas palabras
y entre ellas ese hueco blanco que dice
ahí estará lo que no alcanzó a decir,
esencial asunto:
atrapar en la fuga de lo sublime un algo hermoso,
un ¡sssht¡ a mitad del concierto.

Entonces se acercaron las lobas,
venían danzando sedosos bailes de oriente,
entonces eran como mujeres,
tenían la inalcanzable magia de encantar,
la precisa soltura en el sexo,
la increíble fecundidad del engaño
y risas largas para la ley de los hombres;
las lobas trajeron joyas que eran besos,
ofrendas de pan que eran telarañas,
el amor les hizo brotar colmillos,
garras de fiera,
nos herimos.

La vacuidad trajo
a mi jardín novedad anhelada,
me creí santo y profese en el cerro,
en el duelo ganaron los vicios,
me senté a esperar los próximos golpes,
la siguiente pelea, el reciente arresto,
otro brinco de mata.

Y así, con la calma que amo en ti,
comienzo a silbar de nuevo
a los perros callejeros de mi alma,
puedo ver la sonrisa salírseles por el hocico
cuando escuchan que el silencio se interrumpe:
Mayra, Mayra, Mayra,
le digo a la calle que sonríe también,
los autobuses, el cableado, las flores en el concreto.

Pero no veas una sonrisa,
mira que las cosas en verdad se mueven junto a uno.

Sumergido en el dulce tono con que me hablas,
seducido casi noqueado por el deseo,
embargado sin embargo por la altura de lo que dices,
y ese tierno desapego del tiempo
con que siembras tu llegada,
qué me resta si no festejar esta energía
que eres y que sale de mis dedos
a cubrir la página con el desinterés
bondadoso de las enredaderas.


AIRE LACRA
Un viento el viento
un aire el aire
esta letra la letra.

Lo mismo el mismo
el otro del otro
esta canción canción.

La mano del bato
el bato tumbado
esa valija ese.

El bato la valija
lo mismo el bato
esta canción un aire.












NO ESCRIBIRÉ OTRO POEMA DE BORRACHOS

Vástago de mi consuelo
es el viento, que levanta
los toldos, los hules que pusimos.
Este patio es de nadie,
o si no miren a las gladiolas,
(sí, a las gladiolas)
no se han movido,
se descascara la maseta.
Bueno, hablo mucho y es que estoy aquí,
aquí y por dar ejemplos
llamaré a Mayra,
que venga la agripada,
que venga la sedosa amiga, la etérea,
Mire, se esta secando la yerba viene la sequía,
el fraccionamiento le pisa los talones a la pradera,
mire la sequía esta llegando.

No escribiré otro poema de borrachos,
no diré mantras para esconderme,
no escribiré una canción para festejar mi ruina,
no me bañaré en ego cuando festejen mi asco,
no aturdiré a los niños con versos a la patria,
no gastaré la silaba en cifrar la mentira,
no ofrendaré mi alma a los poetas,
no será mi llanto una letanía,
no derrocaré ternura sin vasallaje lúbrico,
no profanaré el verbo de los sabios,
no creeré en el misterio de la maquina.

Si una brújula que no tengo
cantára en mis caminos
o al menos un afeite grácil
adornara mi esqueleto,
por supuesto diríamos
cortas respuestas,
éste trabajo será cansado
deseo ablandar el culo.

domingo, 26 de octubre de 2008


UN POEMA SIMPLEMENTE HONESTO Y DIRECTO, LO ENCONTRÉ BUSCANDO EN LA RED INFORMACIÓN SOBRE UNA DELICIOSA BENZODIACEPINA QUE SIEMPRE ME COLOCA MUY SABROSO, LEANLO, AQUELLOS QUE HAN PROBADO LA SEÑORA LEXOTÁN ENCONTRARAN EN LOS VERSOS UN ESPEJO O UN DESPEGUE.


Poema Señora Lexotán de Enzia Verduchi

Qué son seis miligramostres veces al día si con ellose pueden anestesiar los sentimientos,si controla la ansiedad del todo.No ríes, no lloras, no percibesni el principio ni el fin del mundo.Basta con abrir la boca:el ama de casa no es indecisaante la gama del supermercado;los adúlteros no discutenla orfandad en el tálamo;nada agrede al taxistasólo el alto que obliga el rojo.Señora Lexotán, con ustedno hay cabeza que perder.

sábado, 18 de octubre de 2008

DANDO DE COMER A MI EGO...





DANDO DE COMER AL EGO ME INVITÓ EL COMPAÑERO DE CAUSA Y AULA HECTOR CRISTERNA, FAMOSO POR EJECUTAR DOLOROSO BLUES CON SU BANDA, Y LECTOR ATENTO DE MIS CUENTOS; REALIZÓ UN ESTUDIO SOBRE EL LIBRO "SOLO Y SIN BOLSILLOS PARA METER LAS MANOS ANTES DE LLORAR" Y ME INVITÓ A COMENTAR CON EL SALÓN DE CLASE Y A ESCUCHAR EL CUENTO QUE SIGUE, DIJO BSARSE EN EL AMBIENTE, EL TEMA DE MIS HISTORIAS... BUENO... LA PLATICA ESTUVO RE-BIEN, NOS REÍMOS BASTANTE Y PARECE QUE A MÁS DE UNO LE AGRADO LA LECTURA. SIN MÁS UN AGRADECIMIENTO TREMENDO PARA HECTOR, ESA PLATICA ME HA INYECTADO ENERGIA, !AHAHAHAH¡






(pinturas del maestrisimo FRANCIS BACON)



Hora del almuerzo

El ruido del celular me despertó. Era Santiago, editor del que sería mi siguiente libro.
–¿Cómo estás, Garfield? Necesito que vengas a verme. Lepras Liebres quiere publicar el capítulo cuatro de la novela… y nomás me has entregado tres.
–¿Ya ahorita? Es que todavía tengo que agregarle algunas cosas…
–Pues apúrate, la revista va a imprenta en una semana. Necesito el texto lo antes posible.
–Pero es que todavía no está listo. Tú sabes, no puedo escribirlo así como así, lleva su tiempo…
–Hazle como quieras… Si no me entregas el texto, el libro se va al carajo.
Pinche Santiago. Antes, ni quién pelara mis textos, y ahora ese cabrón me presiona para que le entregue uno. Era más sencillo cuando era un cronopio desconocido y trabajaba de botarga del Dr. Simi. Por lo menos podía bailar cumbias todo el día, mientras daba paletas a niñitos imbéciles que se emocionaban por saludarme. Ni modo, a llenar hojas.
Abrí el refri para buscar algo de desayunar, nunca me ha gustado escribir con el estómago vacío. Nada, ya no quedaba ningún cerebro para comer, sólo una lata de cerveza solitaria. Bebí la cerveza mientras pensaba en Osvaldo. Estaba enojado con él, ¿cómo se le había ocurrido cobrarme por los cerebros? Antes me los daba gratis, supongo que por el morbo de verme comer carne humana. Al fin y al cabo, conseguirlos era sencillo para él, era estudiante de medicina y hacía su servicio en la morgue. Pero antier me dijo que tenía problemas, que algunos maestros estaban sospechando, que no era sencillo rajar un cráneo… y que me los vendía a doscientos pesos. ¡Doscientos pesos! Ni loco. Si me comía los sesos no era por degenerado, sino porque me salía más barato que comprar un kilo de carne.
Siempre me habían gustado los cerebros: sólo hay que agregar una pizca de orégano y sal, y listo. Lo mejor es que no necesitan aceite, se cocinan en su propia grasa. Pero pagar doscientos pesos… además ¿de dónde iba a sacar doscientos pesos? Mis últimos recursos me los había gastado en un mal negocio. Un amigo me convenció de prestarle para comprar un paquete de coca. Me dijo que tenía bastantes clientes, que no me preocupara, que mi dinero se iba a multiplicar. Cómo me dolió su muerte. El güey nunca me pagó. Su familia decía que se había deprimido y se había tomado pastillas para dormir. ¿Deprimido?, ni que fuera emo. La verdad es que cuando tuvo la mercancía a la mano, se pasoneó. Siempre había sido un goloso. Adiós dinero.
Tendría que salir a buscar algo de comer. Una cerveza no llena la panza. Garfield, Garfield, es hora de ir con algún John Bónachon que me alimente. El apodo me lo había ganado por mis párpados caídos y mi sonrisa medio agüevada. Busqué entre mis dos pantalones y las tres o cuatro playeras que había tiradas en el cuarto la que estuviera menos sucia. Hice la prueba olfativa de mis calcetines para ponerme los menos apestosos. Después de todo, tenía que ir presentable con Santiago.
Ya en la calle, miré alrededor en busca de alguna buena mujer que llevara el mismo rumbo que yo. Sin duda, siempre se camina más contento y con más ganas detrás de un buen culo. Fui a la facultad de Literatura, a buscar algún conocido que me invitara un taco. Ese era mi día de mala suerte, todos decían lo mismo, Chale, es que el profe me acaba de encargar un buen de copias, no traigo varo. En la lonchería ya debía dos tortas y tres molletes, así que sólo subí a la dirección para servirme un café. Era lo chido de estudiar ahí, podías tomar todo el café que quisieras. Once y media, debía apurarme para alcanzar a Santiago antes de que saliera al almuerzo… con suerte le sacaría algo si le prometía tener el texto listo en tres días.
Entré a su oficina lo saludé. Eran las doce. Mis tripas se revolcaban tratando de exprimirse a sí mismas. Es verdad que no era un hambre de días, pero cuando el estómago ruge, hay que hacerle caso. Santiago empezó a repetirme el mismo rollo que en la mañana, lo de Lepras Liebres y la urgencia de entregar el capítulo… su voz se iba haciendo cada vez más tenue, yo sólo pensaba en sus carnosos brazos, en su panza de menudo, pero sobre todo veía esa gran cabeza detrás de sus lentes redondos. Una enorme cabeza calva que de seguro contendría algo más que el kilo y cuarto de cerebro reglamentario. Lo convencí de que fuera a mi depa para enseñarle unos avances del escrito y otro proyecto de poesía, que no había llevado porque aún no los pasaba a la computadora, y tenía miedo de que alguien me robara los manuscritos en la calle. Obsesiones de escrito, le dije. Incluso lo convencí de dejar su carro en el estacionamiento, es que en la entrada de mi colonia están perforando para arreglar el servicio de agua potable, nomás vieras que hoyotes, hasta parece que en vez de Jiapaz es Pemex el que anda haciendo pozos petroleros, no se te vayan a fregar los amortiguadores. No sé como lo conseguí, pero se creyó todo. Tomamos un taxi que nos dejó abajo del edificio donde vivo.
–¿No decías que había unos hoyos enormes? –preguntó mientras pagaba molesto.
–Pos en la mañana sí había… – fue la única respuesta medio pendeja que atiné a decir.
Mientras subíamos las escaleras, fui planeando todo. Lo llevaría a la cocina, le diría que me esperara sentado, mientras yo iba al cuarto a buscar algún texto viejo entre los montones de libros y revistas porno que tenía guardados en rejas, le entregaría las hojas, y mientras las leía, sacaría el cuchillo de mi abuelo, ese que me había regalado porque según él “siempre es bueno tener un cuchillo bien afilado” y se lo enterraría en la nuca. Lo despedazaría en la regadera, para limpiar la sangre más fácil, y guardaría sus trozos en el refri, había suficiente espacio…
-Pasa, estás en tu casa. Siéntate en la cocina mientras busco los poemas. Te ofrecería algo de comer, pero ahorita no tengo nada…
-¿Qué traes Garfield? Andas más amable que de costumbre. Si ya sé que nunca has tenido nada que tragar…


Fui al cuarto, encontré una libreta de la prepa donde tenía escritas algunas mamadas. No importa, sólo necesito que se distraiga unos pocos segundos. Le entregué el cuaderno, lo empezó a hojear, yo abrí el cajón de la alacena donde guardo los cubiertos… ¡puta madre! el cuchillo estaba sucio, lo usé ayer para abrir una lata de sardinas, tengo que comprarme un abrelatas… Fui al fregadero a buscar el arma, pero Santiago ya se estaba levantado gritando enfadado ¡¿qué son estás mamadas?! pues eso, le contesté, no había tiempo para más explicaciones, me lancé hacia él con el cuchillo en la mano, se alcanzó a quitar, tomó una botella de charanda que había en la mesa (vacía, por supuesto) y me la lanzó con tan buen tino que me hizo un chipote, lo alcancé antes de que pudiera abrir la puerta, pero de alguna manera sostuvo mis manos antes de que pudiera clavarle nada, forcejeamos con tan mala fortuna que el que terminó con el cuchillo en la panza fui yo. Santiago, perdóname, era una bromita nada más, ayúdame, llévame al hospital… no tenía fuerzas para gritar, ¿de dónde iba a tenerlas, si no había desayunado nada? El güey ni me peló, salió corriendo mientras yo me desangraba tirado entre colillas de cigarro y latas vacías.
Nadie reclamó mi cadáver, mi familia no tenía o no quería gastar en el ataúd. “¿Pagar por sus pendejadas? Ni que cagara dinero” era lo que siempre decía mi madre las veces que me metieron a bote por andar de desmadroso… supongo que esta vez sería igual. Me llevaron a la morgue, y ahí lo vi otra vez, pinche Osvaldo, traía unos ojos de pervertido. Aún recuerdo el ruido de la sierra mientras me rajaba la cabeza… ¿cómo iba a saber que ya no me daba los cerebros gratis porque ahora era él quien se los comía?

Héctor Rodríguez Cristerna.

lunes, 6 de octubre de 2008

¡EXPOSICION, LA EXPOSICION!


ESTE VIERNES EN EL BAR "BIG BANG" FRENTE A LA FUENTE DE LOS FAROLES EN LA CALLE TACUVA. DESDE LAS OCHO HASTA QUE AGUANTEMOS

sábado, 27 de septiembre de 2008

NUMERO DOS, DOS, DEL FANZINE "LA REVELACIÓN DEL RELAMPAGO"

ESTE ES EL NÚMERO DOS DEL FANZINE QUE ANTES SE LLAMABA "GUACALA" PERO QUE HA CRECIDO Y AQUELLAS DULCES POLUCIONES DE SALVAGISMO Y DESMADRE YA NO LE IBAN TAN BIEN, AQUI SE LOS DEJO, MANDENSE UNOS POEMAS PARA INCLUIRLOS.






domingo, 7 de septiembre de 2008




PRETENDIDA LIVIANDAD DE LOS PASEANTES


I

Como quisiera que los irascibles brotes de yerba
lento dieran el paso mítico del ruido al concreto:
ablandaré con halagos la calma.

Como quisiera una tromba de malos deseos
Que sacudiesen molestas pulgas de amor:
Fingiré cariño a bobas meretrices

Como quisiera plantarme en funesta urbe
Para festejar las trampas del oleaje:
Diré a los gobernantes que se arrojen al mar.



La yerva en la banqueta
con el amor pagado
es la liviandad del ciudadano.




II

El llanto dulce,
esa urdimbre involuntaria,
hechizo de la especie.

Di con sus lágrimas riego de invierno
¿sólo cosas,
no hay pues
encantamiento místico?

volvió a llorar
llegó el silencio.




III
En combates negados dimos gloria
a luchas con defensas vencidas,
hay que aclarar
que nadie corregir quiere
el embuste de quien nos enfrenta;


date un chance para agarrar el viaje,
no me digas que estas tranzas son todo lo que tienes,
apostarle a tu veneno en corto me niego,



ya le caigo,


que esté chida la raza.



martes, 12 de agosto de 2008

UNA HISTORIA EN LA PLAYA:

EL CISNE NEGRO

Me había invitado mi hija a pasar unos meses con ella y la familia del esposo al pueblo costero de donde era originario y en donde habitaba con sus padres, que igual a mí, eran ancianos; mi hija y los tres niños que el vientre de mi primogénita parió, uno tras otro, hasta ajustar las edades en diferencia de un año.
Aunque me aburría igual que en la ciudad, pensaba como allá era más sencillo despejar el tedio, buscando borrachera o haciendo visita a mujeres de precio justo: cien por una chupada, necesario e higiénico. Jamás dudé de que si quería divertirme tenía la posibilidad de hacerlo igual que en la ciudad, sólo que sin esa sensación de moverse por senderos conocidos con los que las ciudades seden después que la juventud se esfuma y se ha domado la sorpresa y la curiosidad, hasta que las novedades sólo se presentan como repetidas formas que hemos visto fracasar.
La familia del esposo de mi hija no me cae bien, excepto la pequeña Misaela que entonces tenia cinco años en el cuerpo pero milenios en su tierna mollera. Resolvía situaciones complicadas en segundos, con acciones ingeniosas que sorprenderían a cualquier catedrático de formulario. Por ejemplo, la vieja a menudo cocinaba recetas que aprendía de los chefs de la televisión, a veces era tan estupida que al pretender freír una costilla de cerdo y no tener una, freía una calabaza, hacía como si fuese carne; Miasaela intervenía, tocaba el vestido de su abuela y le decía, casi como la gerente de un restaurante: no entiendes que no se cocina así la calabaza, hazla pedazos y fríelos con camarón. Seguro se pensará en mi ejemplo como uno burdo y sin fundamentos, pues dirán que los niños son siempre así de temerarios e ingeniosos, pero considerando los cientos de veces que me salvó de infecciones estomacales y más aun de engullir platillos que no eran experimentos de la loca de mi consuegra. Una virtuosa de la gastronomía.
Me gustaba jugar con mi nieta a colorear sus libros de princesas y hadas, salir al litoral para sobar mis tobillos con la espuma; a ella le daba risa ver a los Martín Pescador correr apurados tras el rastro de la marea. Era mi cariño hacia la niña aceptado y devuelto, eso me convenció de seguir un día tras otro en el pueblo. Encontraba, como me parece natural, un reflejo de mi hija en su hija, esto me inquietó la primera vez que las encontré juntas al bajarme del autobús, me sentí desesperado de verlas tan similares que no conseguía detenerme de escrutar su rostro con curiosidad. Los otros dos niños son unos mediocres, mal abuelo que soy al señalarlos bajo ese sino, pero siempre me han parecido bobos y toscos como toda la familia del padre.
Mi hija se ofreció para ayudar en mi rehabilitación, fingida por supuesto, del alcohol y las pastillas, decía que el mar lo curaba todo, la pobre no hacía sino repetir la carnada fácil de los hoteleros. Pero en algo aciertan, el mar me calmaba, lo hizo siempre, me sentía en un rito de pleitesía divina cuando me sentaba en la arena a mirar las luces y las aves; acepté emocionado, con idea de estar tranquilo por un rato largo, aunque ya me incomodaba la idea de tener que soportar al yerno, un ingenuo afortunado al que mi hija otorgó, con seguridad hechizada, los favores gustosos que proporcionan los labios vaginales.
Llamé a mi ex esposa para decirle que estaría afuera sólo un mes, que me dejara el dinero de la pensión sólo un mes, para sobrevivir un poquito mejor, le dije. Estoy seguro de que se molestó, enseguida fue a buscar al abogado culero que no ha hecho sino fastidiarme. Pero estuve contento en el camino a la central camionera, contento cuando compré el boleto y contento cuando arrancó la maquina, contento desde mi ciudad en el desierto, contento con el calor de la playa, contento con Misaela y mi hija. Contento, pero sólo unos cuantos días.
Me llevé una ristra de Alphrazolam y tres arponazos de Buprenorfina, pero fui un imbécil, debí llevar más para no consumir la terrible cocaína que vendían los pendejos de la zona. Era audaz a la hora de arreglarme, decía a mi hija que saldría a caminar un rato con Misaela, y así era, le compraba un helado grande, el más grande que tuvieran en la tienda, le decía que buscara conchitas en la arena, me gustaba visitar a un pescador vicioso que vivía en una playa tranquila, sucia y solitaria, tenía un jacal de palma, había sillas y hamacas, era agradable para él que le compartiera de mis drogas y el de de su licor de frutas y su hierba casera. Pasábamos mucho tiempo en ese lugar, hasta que nos pescaba mi yerno o mi consuegro y se llevaban a la niña, no sin decirme tantos insultos como a un demonio dominado.
Misaela tenía una tortuga de mascota, era enorme, sesenta de ancho, no era una tortuga común, había viajado y había crecido en el curso de once años, estaba vieja, pero era simpática.
Mis consuegros salían todos los viernes quien sabe a dónde, decían que visitaban a sus parientes tres kilómetros más allá del puerto, pero jamás les creí; volvían entrada la madrugada, en los hombros cargaban costales de semillas, manteles, que por estar enrollados, no sabía que adornos los vestían, además santos y estatuillas de barro negro en los que resaltaban los rasgos negroides. Pensé que eran santeros, siempre que salían, el sábado en la mañana antes de levantarme, los escuchaba pasar frente a la habitación donde me alojaban, ya despierto y al salir del cuarto me embargaba el aroma de guisos que los ancianos ya tenían preparados. Ya sabía yo un poquito de eso, hubo un director en la escuela donde enseñé, un cubano que trabó amistad conmigo desde que me declaré fanático de los boleros; el tipo me invitaba a beber y escuchar boleros en un giro negro que administraba después del trabajo formal. Me contó que su madre practicaba la santería, que la gente se escandalizaba con eso y que y que y que… muchas cosas.
El último viernes que dormí en esa playa, Misaela me pidió que camináramos y que hiciéramos visita a mi amigo el pescador, pues tenía un muchachillo de la misma edad con el que se hallaba para los juegos. Pero la mamá de la niña me había prohibido llevarla a ese lugar, tenía miedo y no era un desperdicio, la fatalidad lo realizó. Le dije que no podíamos salir en ese momento, pero me insistía con encono, yo estaba echado en la hamaca, saboreando aun la comida, tenía calor y sudaba, le dije que iríamos sólo un momento.
El pescador se había tomado litro y medio de licor de frutas y fumado muchos churros cuando llegamos, me dijo que estaba contento por que la mujer había heredado unas parcelas de plátano y que tenía que ir al entierro de su padre. Se acercó a mi hombro y dijo jocoso: volverá hasta el amanecer, ya vienen mis amigas del congal. Solté una sonrisa nerviosa, ya me esperaba algo malo. La esposa del pescador dejó al niño, Misaela y él se acercaron a un bote y se quedaron ahí, jugando.
Terminado el primer vaso de vino aparecieron en la puerta las tres putas que había invitado mi anfitrión, llevaban minifaldas, estaban descalzas, una se sentó en mis piernas, como era gruesa me exitó de inmediato, metí la mano en su vagína velluda, el pescador le mamaba las tetas a la otra, la tercera se emborrachaba con las piernas abiertas sobre la mesa.
¿De quién es esa niña?, preguntó la que bebía, lancé mujer que estaba en mis piernas lejos de ahí, Misaela estaba vomitando en la puerta, se le resbaló de la mano la botella de licor y se estrelló contra el suelo, la pequeña bebió un trago sustancioso. Me levanté de la silla, desesperado fui a levantarla, sin saber que hacer me quedé ahí, mirando como ponía todas las defensas de su cuerpo para resistir el ataque de esa sustancia que le era nueva y repulsiva. Luego de unos minutos de vomitar, las putas y el pescador continuaban en lo suyo, llevé a la niña a la recamara de mi amigo y la recosté en la cama, me decía que le ardía la boca y aquí, señalaba su vientre.
Estaba nervioso, algo molesto, no podía mirar a la puta que me había entretenido, ya no me encontraba exitado. El pescador también se había despegado ya de las mujeres, estaba en el suelo, frente a la botella rota, se levantó, con esfuerzos me dijo que Misaela no había tomado el vino, él lo tuvo siempre bajo sus piernas, lo que mi nieta había tomado era una cosa muy peligrosa. Las putas estaban molestas porque no les prestábamos atención, pero cuando el pescador les pidió que se fueran porque estábamos en problemas, las nobles acariciadoras se ofrecieron para ayudaros. Vamos al hospital, sugerí. Pero la medicina de los hospitales era inútil, me dijeron que aquel liquido era el brebaje brujo que la esposa curandera del pescador preparaba para matar demonios enemigos. Me molesté más luego de escucharlos, entré en la recamara pero al intentar sacar de ahí a mi nieta fue imposible, en la cama sólo estaba un cisne gigante y negro, lanzaba graznidos y chillidos que aturdían. Las prostitutas y el pescador me sacaron a la fuerza del lugar diciéndome que no debía tocar al pajarraco, que era un espíritu maligno que había entrado en la niña y la había transformado, quizá por su inocencia, en un cisne, pero negro y horripilante por el imperio de fuerzas malditas. Lloré por mi irresponsabilidad hasta que noté que a unos pocos metros se acercaba mi hija, su esposo y los dos viejos, me levanté del suelo en donde había estado chillando, los encaré, pero con vergüenza. Preguntaban por Misaela. Estaba a punto de contarles todo, me rodearon, exigían una respuesta sin más embrollos, pero ya no pude sino alzar la mano, apuntando al cielo: ahí va la niña. Mi yerno, inyectado en ira se abalanzó a mí, de un puñetazo me derribó, en el suelo siguió encajando sus zapatos de gala en mis costillas. El pescador lo separó e intentaba calmarnos a todos. La esposa no llegaría sino hasta dentro de un rato, debíamos buscarla para que revirtiera el efecto, los ancianos, que no tuvieron de otra más que descararse y sacar ahí mismo de una bolsa de mandado tres estatuillas, prendieron aromas y nos corrieron como a una manada de perros olisqueros. Me retiré a un lugar apartado de todos, sobre una roca dejé caer mis nalgas, en el cielo, el monstruo giraba.
Un temblor bajo la arena sacudió mi cuerpo, el ave había caído en picada, al momento de estrellarse desapareció. Las putas, que no se habían movido para nada en más de dos horas, corrieron para atender a Misaela, que había emergido de la entrañas del espectro montada en la vieja tortuga, con su cuerpo desnudo, sonreía sin hacer caso a la congoja evidente de los que la rodeaban.
Me ignoraron desde entonces y preferí largarme. En la noche, después de fingir que estaba aun apenado me puse a lavar los trastes, a hacer como que limpiaba por ahí. Luego aproveché que se habían acostado, le eche un lazo a la tortuga gigante, la metí en un saco de lona y, con un poco más de buena suerte que por fortuna me invadió ese día, conseguí sacarle al viejo, de su pantalón, las llaves de la cascada camioneta, me monté en ella y la encendí. Escuché los gritos, incluso pude ver que me lanzaban rocas enormes consiguiendo sólo más abolladuras para su auto.
En una playa lo suficiente lejos del peligro, bajé a un restaurante, vendí la tortuga en quinientos pesos despues abandoné la camioneta en un camino que se internaba en la jungla, ahí se detenía un autobús hasta la próxima central.
En la ciudad me gustaría tener una Misaela, sólo para llevarla a pasear.

sábado, 2 de agosto de 2008

¡VIVA, VIVA, VIVA EL MAMMMBOOOOO!

MÚSICA MAS ENLOQUECIDA, MOVIDA, CONTAGIANTE, SABROSA; AY MÁS ES LA MUSICA DEL DIABLO, QUÉ HEAVY METAL NI QUE LA CHINGADA, EL MAMBO SEÑORES, EL MAMBO SABROSOTE DEL ARRABAL, EL DESCARADO TROMPETEO DE LA PASIÓN DELINCUENTE, LA BANDA SONORA QUE EL ASECINO SERIAL DE SU ELECCIÓN GUSTA DE ESCUCHAR MIENTRAS DESTAZA UNA SEÑORITA DE CABARET. ESA MÚSICA VIBRANTE, QUE EN DECADAS PASADAS ENAJENÓ A LOS QUE AHORA SON ABUELOS Y QUE LO MISMO PUSO A BAILAR LAS CADEROTAS DE LAS VEDETES QUE LOS CULILLOS PARCOS DE DAMISELAS BRILLOSAS DE CONGAL. Y EL REY DE TAN MAGNIFICO SONIDO: TARAN, TARAN: EL SEÑOR DAMASO PEREZ PRADO, DON FOCA, EL VATO CUBANO QUE SE LA RIFO AQUI Y ALLÁ ECHANDO DESMADRE CON SUS COMPOSICONES TROPICALESTES: Y GRITABA MAMMMBO AHG!, Y LUEGO EN OTRA ROLA: GATEANDO... MIAU, GATEANDO MIAU... ENSEGUIDA LA ORQUESTA, TA TA TA TATATATATA, QUE PRENDIDEZ CARNALES, QUE PRENDIDEZ. SI QUIEREN ALEGRARSE, PONGAN A PEREZ PRADO, SI QUIEREN COGER COMO POSEIDOS PONGAN A PEREZ PRADO, SI QUIEREN ESTALLAR EN EL BAILE BAILENSE LAS ROLAS DE PEREZ PRADO, EN FIN.. CHEQUENSE ESTO DEL MAESTRAZO.





OTROS VERSOS

AQUI LES DEJO ESTOS POEMAS, VAN CON DEDICATORIA PARA LOLITA JAQUEZ QUE ULTIMAMENTE HA ESCRITO POEMAS VERDADEROS CON TRES O CUATRO PALABRAS, SALUD Y SALUDOS PARA TOCHA LA BANDA.

ANOTACIONES DE UN CIUDADANO ACERCA DE ESTO Y AQUELLO

I
En la libreta de anotaciones se recogen
las partículas que hacen de los días la vida
y de la vida la carnívora demarcación del tiempo.

Rasgaduras, vueltas de hoja, el quejido;
no tengo más reclamos para este ajeno antifaz.

De repente escribo, o lo suelto nomás,
o me equivoco y justifico
con paso falso de vals de tinta
la costumbre cómica
de entregarle a los queridos el no que esperan
y el sí sobre el que se cierne mi cáscara:
este armazón de terrícola,
medio burlón frente a los reflejos
y tenue como la espera de lo que no duele.

Aquí los tengo,
al entrañable hombre pájaro
que una tarde trinó para mis ansias
melodía más olorosa que las nubes
cuando caen y alguien ralla
dentro de su piel el nombre
de alguien a quien amó;
aquí con sus paramos cavernosos
de piel y quejidos y esa espontánea,
imprecisa dominación de ingles separadas.
Colección de rechinidos,
retrueques, aspavientos,
floración de arrugas,
festín del error.

Los signos a navaja de los años grabados,
presentida ausencia de lo incorrecto:
anotaciones de un ciudadano equis
sobre esto y aquello.

II
Sin exigencia se cae,
complacer es de quienes
pretenden domesticar humanidad
y prodigan fantasías,
desdenes viscerales.

Le pidieron que explicara:
caí sin esperarlo.

Me sentí desenvainado de la carne
al cortar con el cuerpo el viento,
rodé por las nubes,
el cielo no fue principio
ni salida de emergencia.

De allá recuerdo: sonrisas de una loba
que me ató a su sexo,
aguardiente de todas las noches
para socavar la ruina que el éxito
cosechó en mi vida y la risa,
la carcajada que explota desde la laringe,
enferma que da vueltas
buscando devolver pasión
al demolido calendario,
a la arritmia de alegría.

Arriba y abajo no es ecuación para preocuparnos,
aun en sus algoritmos más terribles
las maquinas conservan
lo ridículo de los humanos,
da un temblor en los huesos
cuando alguno que se excita decae
en rosas de aliento magro
para mujeres lubricas,
que en jugos de sufrido deleite
juegan a llorar por sus amantes,
sus amantes pasados quiero decir.









CORTE DE LOS NECIOS

Paladar de agrio cigarrero
demanda a paladar de agrio burócrata.

Dice paladar de agrio cigarrero:
mi decisión, sin esperanza en el monosílabo,
es atravesar de a poco y con dolor gustoso
esta trampa de números;
o eso,
o su deseo.

Paladar de agrio burócrata:
hablamos de lo mismo,
pero en arrojo no nivelamos,
usted está donde
me quedé esta mañana.

¿En dónde?

En la sospecha.




EL MAR, EL MAR


Una rata de ciudad al mar por casualidad se asoma,


conchas de luz diluidas en la espuma.


La tarde permitió al sol trabajos

de temperatura menor.





fracasó carcajeante

en playas que no conocían la calma.




COQUETEOS DE UNA MUJER GRUESA

Si la mano de esta gorda se metiera entre mis huevos,
si la mano de esta gorda no quitara de sus tetas mis labios,
si la mano de esta gorda abriera de su palabrería un verbo útil,
si la mano de esta gorda dejase en paz mi cabello y mis dedos,
si la mano de esta gorda dejara al fin descansar mi falsedad,
diría que amo sus labios de grasa, su franqueza de borracha,
incluso la simple hombría con que cínica me coquetea.