martes, 15 de septiembre de 2009

satanás



SATANÁS



I
Al parecer lo que era luz
fue amplio resplandor de las cosas
que brillaron sin la oscuridad
del objeto mundano.

El envase de cerveza,
incluso su majestad la nube:
quebradizos esqueletos
del primer alumbramiento.

Pero como todo eso te será obvio,
te contaré de qué manera
conversan los peces:

hacen así y asá con una aleta
y asá y así con la otra,
como tú das vueltas en tu pecera de concreto.

Era una mascara el mediodía,
un holgado faldón para soterrar la tarde
en el ardor de un secreto por mí revelado,
por mí acontecido fue que lo vi de visto,
al Cristo apaleado fumar mi cigarro,
probarse mi sombrero,
escribirte la carta de este martes enlutado.

Te habló de la cajita socrática para el daimon,
copió un pétalo de flor y canto
donde bailó con su bondad ahogada.

Lo que ves arrugado,
removidas las letras por el borrador,
era una nota simple donde había escrito:

Querido Judas,
el ojo del universo no es infinito, pero sí la mirada,
tan eterno es el esplendor de lo visto
que garabateo sin descanso su nombre
aunque sobre el alma pesa el nombre mío,

es una Eva que todavía no sueña con el sapo,
pero no puede ser una bruja, sin la dulzura disidente,
es una chava loca que agarra la onda,
pero no puede ser la cariátide de ningún templo, con la cabeza tan erguida,
es una rubia bendita entre las rubias,
pero no es bálsamo para mordida de dragón,
por la amargura en que se hunde.

A esta mujer la componen cuatro triángulos
con nueve lunas gitanas
cosidas en una falda de mirtos,

el sol pasó su esmeril de orfebre
por la dermis para que radiara como él
y como él por la noche siguiera caliente,
en la medida de todo lo cálido.
Prometo encadenar el porvenir de mis visiones,
el ojo arrojará el trofeo,
seré de la tierra como es ella,
seré dentro de ella y fuera,
seré las cosas y lo que habla en las cosas,
tiempo sin calendario, estaciones sin nombre,
seré el estallido, la ráfaga de balas.

A nadie contaré lo que he visto.

II
Cualquier prado no es hogar para mi carne,
no preciso narcisos pero sí un amplio jardín
donde salir las mañanas
a orar el credo para las aves que persisten,

a plugar por mi desgracia encadenada
bajo todos los suelos del universo,
condenado como he vivido
mi revuelta no es ya la confusión,

aunque ahora comprendo al
vidente rubio que dictó
a su hija mi epopeya,
no persigo absolución para mi castigo,
el crimen llegó cuando me acusaron,
no es verdad que soy un renegado,
quería tan sólo algunos hilos
con los que juegas a bailar a esos tipos,
yo tampoco comprendo su pleitesía que los castiga,
escupo larvas cuando escuchó sus lamentos,
han llamado a las puertas de mi casa
para brotar de su vicio mi tormento,

no persigo más a la liebre del paraíso,
el tiempo vedó mi estirpe,
ahora soy de carne, de mármol,
de aluminio, de fibra, de pluma,

yo, al contrario de ti, nunca quise estar en todas partes.
III
En los días del diluvio
el barullo fue gotera,
fue relámpago, correr de agua fue,
apareció sin que mi escena diera fin,
en pleno escenario interrumpió mi pathos,
en pleno brote del zacate sacó las tijeras.
Me salvó de sujetar el cuello a la correa,
pero me quitó sus nalgas tan bonitas, tan redondas,
por usted no iré más a las fiestas de la familia,
ni estaré nervioso si el padre se emborracha y grita,
pero no tendrán barullo de hadas dulces mis tímpanos,
si el verbo deja de ser traicionero
y sede algo de su gloria a la ignorancia
de mis días precedentes,
daré amor empaquetado
en lustroso revoltijo de temores y papeles,
por supuesto:
se trató de amar a una mujer oscura, pero inocente.

IV
Confiscada la piratería
que ironía que ironía
saldrán a vender más los viejos
parroquianos de la copia maestra,

encontrados la divina mendicidad
y el pulcro derroche
armaran revuelo los duques,
los condenados y los presos,

ya el cuerpo reciente las espinas de la cama,
es hora de saludar a la mañana hedionda,
el día hediondo, el autobús hediondo.

Sonríale si quiere a las margaritas
rotas que lo asaltan en los semáforos,
esos fantasmas de hule que no soñaron
Sor Juana ni Byron.

Pero que en su viaje al leteo,
Lucifer sí conoció encaramadas en su lecho
de rosas negras y aromáticos servicios
de té japonés.


Porque estoy convencido de que es el más dulce de los ángeles,
le ofrezco el latido de la fría tarde y el zumbido rapaz
de la autopista y la desgracia
de las nubes apelmazadas.


Para que nos procure el olvido feroz
con que castigan los reyes a los súbditos,
con que aceptó Moctezuma la sumisión de los antiguos,
con la que me siento en la fuente a esperar
a que llegue de no sé donde y a no sé qué,
pero ebria y diciendo en mi oreja:
me quiero picar la vena,

cuando sienta la punta dentro del musculo
bendeciré la maravillosa oportunidad de aniquilarme
y nadie estará ahí para pergeñar las gracias de la tierra,
sólo laudes y guitarras eléctricas chillarán
en la mecánica noche del bien morir,

estoy listo, venga la estocada épica
del aguijón, venga el derrotero continuo
de mis esfuerzos, venga el amigo fracaso
a dormirme entre sus brazos.
V
Qué es la raíz de la flor
sino una condena que aferra
la dulzura del color a la tierra,

y qué el amor sino otra
cara de el hambre de los cuerpos,
y qué el hambre de los cuerpos:
nostalgia de lo que no se dio,
cosquillas arrepentidas todo el día.

Elijo tu providencia de pantalla,
porque es adorable
como una nube que
dispersa el humus en los parques,

nuestra conversación de confesionario,
nuestros secretos palpitados,
puestos ahí, a la usura de los incrédulos.

Si observaras la flor de la embriagues
que me hace pensar en Kleist,
te escribiría como él cartas largas a Enriqueta,
quizá podría hacerte soñar
mañanas mandarinas
con la complicidad de la bala que se entierra.
VI
Contempla los arbustos enraizar
ansia oscura,
haz como las hormigas:
guarda en lo ajeno.


Tibio licor en el saco,
un trago rápido para adormecer,
uno largo para despistar.

Por el oriente
hacia la punta de tus pies
no hay sol que apueste
en el mismo juego de obscurecer.

Es el tedio la mano tendida del engaño,
usted y yo la palma que busca estrecharse,
usted manía de escarabajos,
yo líquenes de no ver,
espejuelos simétricos,
usted la calma,
yo el ansia domesticada,
usted usted usted
y yo.
VII
Un ave murió en el patio,
cambié el frio lecho de su finitud
por la tersura del cartón
de una caja de zapatos.

La caja trinaba,
me acerqué para desmentir el milagro
y calló por fuerza del canto
de diez aves la tapa.

Vibró en mí lo que es y no cascara
de odio que odiaba al esperpento,
los pájaros alzar las alas no podían
cantaban, cantaban, cantaban.

De madrugada era cuando abrí
el nido no formado,
volaron cenizas por la ventana.

Vienen las aves las tardes todas aquí,
vienen volando en la negritud
¿traerán mis ojos
que se llevaron de aquí?
VIII
Ciempies azul
camina la mitad del sí
la mitad del no
fabulosa estrella
centrifuga su risa
en el pavimento
será verdad
lo que sueñan
los hombres
atrapar moscas
ya es la guerra
y reír ancho
ampliar cínico el desquicio
decir te amo
vacuidad de palo
para vientos huecos.

IX
Para descorazonar una manzana
hay que purificar la cuchilla
que penetra al fruto
de la conciencia y de el culo.

Cuchilla enhiesta
en la izquierda profana,
la pulpa revelada,
centro de una vagina amplia,
ejemplifica.

Corta la mano filosa,
imaginó como de costumbre
la Avenida Juárez de todo el país
chillar el alarido herido
de la orfandad sacra en el hurto.
X
¿Por qué no te corto como a la manzana
el corazón con mi mohoso cuchillo
cubierto de espinas que curan?

¿Por qué cifro la sintaxis en
versos que nacen del deseo
y no de la conciencia?

¿Y el escondrijo de la rata esta,
acechar por oficio el recuerdo
de tus, simplemente, dulces gestos?

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