domingo, 23 de septiembre de 2007

NUEVA ENTREGA DE ALEJANDRO NERI

Literatura y cine: Chin chin el teporocho

I. La novela


Cuando recién comenzaba la década de los setentas, un joven nacido en el barrio bravo de Tepito en el DF, de nombre Armando Ramírez y con apenas diecinueve años de edad, publicó su primer novela titulada Chin chin el teporocho. La historia versaba sobre las desventuras de la vida en la ciudad más grande del mundo narradas por un teporocho, de cómo el lugar, el ambiente y las personas con quienes se juntaba le fueron carcomiendo las entrañas hasta caer en el vicio del alcohol como el medio más eficaz para olvidarse de las penas. Los personajes son Rogelio, apodado “chin chin”, Víctor su primo, Gilberto y Rubén sus amigos, Michele su novia, Agnes su cuñada y Sonia su prima.

La causa para que Rogelio se hiciera adicto a la teporocha (alcohol del 46º combinado con refresco de uva o tamarindo), fue la muerte de sus primos Víctor y Sonia. Él, en manos de un amigo traicionero, ella, en manos del ejército en el mitin del 2 de octubre del 68 en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco. Y también por la separación de su recién esposa Michele, ante el miedo de caer en la cárcel por asesinar al culpable de la muerte de su primo y por descubrir a su suegro en relaciones homosexuales.

La novela causó un gran impacto en la sociedad de la época, algunos críticos han mencionado que posiblemente Ramírez haya sido demasiado influenciado por la escritura de la onda de Parménides García Saldaña, José Agustín y Sainz, quienes en los sesentas escribieron literatura para jóvenes escrita por jóvenes. Sin embargo han mencionado igualmente que la novela Chin chin el teporocho es pionera en su estilo, en la que el autor creó un nuevo ámbito literario que incluyó el empleo de nuevos recursos lingüísticos. Y es que la novela está escrita de un modo desenfadado; en ocasiones no hay comas, no escribe con mayúsculas, el texto está completamente desalineado y el vocabulario que utiliza es un vocabulario popular, de los arrabales capitalinos. Es el lenguaje que se puede escuchar cotidianamente en los barrios de la ciudad de México, lleno de albures ininteligibles para el público ajeno a esos barrios marginales, palabras altisonantes y juegos de palabras que caracterizan al mexicano. Mencionaba Carlos Rojas, un biógrafo de Ramírez, que “esa forma de escribir, la confronta con los críticos literarios que buscan en las letras, la depuración de un lenguaje perfecto y preciso de acuerdo a los cánones tradicionales”.

Y es que como mencionó alguna vez Armando Ramírez en una entrevista, “hay que revalorizar el español que se habla en México”

II. La película


El gobierno Echeverrista, en el afán de crear una segunda “época de oro” del cine nacional quiso llamar la atención por su empeño en atraer a los intelectuales, mismos que en el sexenio anterior eran los más temibles enemigos. Las adaptaciones de novelas a películas se habían dado desde que apareció en el cine nacional el sonido, y luego fueron cayendo en el olvido, es por esta razón que el gobierno de Echeverria intentaba nuevamente transitar por este camino. Carlos Fuentes era quizá el intelectual más apegado al presidente, incluso afirmó una vez que “no apoyar a Echeverría sería un error histórico”, y fueron precisamente unos cuentos de Fuentes los que comenzaron a ser adaptados al cine. En 1971 se filma Muñeca reina y en el 72 Aquellos años un guión del propio Fuentes que intentaba ser una biografía de Juárez. Luego incursionó José Emilio Pacheco, quien hizo el guión de El castillo de la pureza de Arturo Ripstein. Jorge Fons había adaptado ya la novela de Vargas Llosa Los Cachorros y parecieron así más films que eran adaptaciones de novelas o bien guiones de importantes literatos de la época. Incluso se siguieron adaptando historias rulfianas.

En el octavo mes de 1976 se estrena la película Chin chin el teporocho, basada en la obra de Armando Ramírez que llevaba el mismo título y bajo la dirección del joven Gabriel Retes. El film, como suele suceder, no fue tan buena como la novela, incluso algunos críticos la han considerado de mala calidad. El reparto estaba plagado de jóvenes talentos, entre ellos Carlos Chávez como “chin chin”, Tina Romero como Michele y la joven talento preferida del cine echeverrista Diana Bracho como Sonia, quien ya había actuado en El castillo de la pureza y después aparecería en Las poquianchis. Incluso el propio Armando Ramírez, aparte de ser el autor de la novela y el guionista, personificó, aunque de manera muy breve, a un empleado de mostrador de la vinatería propiedad del homosexual suegro de Rogelio.

Como menciono, la cinta careció de calidad tanto estética como histriónica, si bien, se les daba oportunidad a los nuevos talentos, empezando por el director, hubiera sido pertinente de echar mano de esos actores de la vieja guardia que habían regresado para tratar de hacer una segunda “época de oro” del cine mexicano.

Como en casi todas las adaptaciones cinematográficas que se basan en una novela, se omitieron algunos detalles, unos de medular importancia, otros no, que quizá hubieran hecho de la trama y de la película algo mejor.

Quizá el dato más importante que se suprimió en el film, es lo relacionado al movimiento estudiantil del 68 y la manera en cómo muere la prima del personaje principal, es decir Sonia, personificada por Diana Bracho.

En la novela, Sonia muere debido a unos golpes en la cabeza propiciados por soldados del ejército después de que la masacre del 2 de octubre ya había terminado. El film omite este pormenor tal vez por dos razones: primera, porque Diana Bracho, como se comentó, era una actriz que estaba despuntando en el momento, era la actriz favorita del gobierno cineasta y darle ese final en la trama no era bueno, porque, y aquí es la segunda razón, se estaría tratando el tema del movimiento estudiantil en el cine, tópico que estaba terminantemente prohibido tratar, solamente lo había hecho hasta ese entonces el documental El grito. Igualmente, ya para finalizar la película, en la última secuencia cuando Rogelio descubre la homosexualidad de su suegro, Retes cambia la escena de la relación sexual y de desnudos, por una menos fuerte pero bastante enfermiza, un acto de pederastia, cuando el suegro protagonizado por Aarón Hernán, con los labios pintados y marihuana regada por doquier, le acaricia de manera afable el rostro a un niño. Y es cuando comienza el desenlace.

Algunas más de las novelas de Armando Ramírez han sido adaptadas al celuloide, entre estas se encuentran Ratero, Noche de Califas y Me llaman la chata Aguayo. Sin embargo ninguna ha sido tan buena como las novelas de este particular escritor, fiel cronista del barrio bravo de Tepito en la ciudad más grande del mundo.


Alejandro Ortega Neri

Desvelado…continúa preguntándose ¿hay independencia?

¿Por qué no vitorean el nombre de Agustín de Iturbide?

¿Quién prohibió la venta de espuma la noche del 15?

No hay comentarios: