domingo, 16 de marzo de 2008

POEMAS DOS, DOS POEMAS


LA CIUDAD Y EL CANTO LUCTUOSO POR ROSAMARIA

I

La calle sudaba sangre,

hediondos coágulos

que brotaban de la tierra antigua.

En la ciudad moderna

teníamos una edad misteriosa,

eran nuestros ánimos

un sigiloso enterarse de la muerte

enterarse además,

del candido desencanto.

En las avenidas

ensortijados borrachos

desfallecen por

casualidades más próximas

al fracaso que al festejo,

serán millares

las que tengan despojos

de piel de humanos que solemos ser,

demasiado complejos

para tomarnos en serio


II

Rosamaria señora de la tierra,

le dio mole y arroz

a los santos

para que cuidaran

de sus doscientos

parientes fiesteros,

para que nosotros,

yo, el más hipócrita nieto,

cante su amor único de abuela

cuando recete la hierba amarga

que preparaba como hechicera

para afinar la trompeta sordina

en mi estómago,

cuando mi madre me persiga

una y otra y otra vez

con la escoba enhiesta de sus justos reclamos,

cada vez que borracho me detenga en seco el recuerdo:

era un reo de la alegría que saltaba a su pecho

y ella se carcajeaba y éramos esa cosa

que perdí cuando te enterraron,

no fui a tu funeral por eso Rosamaria,

señora sagrada,

señora de la tierra,

porque me gusta pensarme

muerto y bajo el suelo, a tu lado.

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