viernes, 7 de marzo de 2008

UN TEXTO ACERCA DEL AMOR CORTES

EL AMOR CORTES,

EL AMOR

CORTE

ES

I

Me decido a poner pausa en la web de los videos, descuelgo la bocina del teléfono, pulso en su panza los botones y pego ese hule cochino a mi oreja.

No llamo con frecuencia a mis amigos, un trauma de la niñez y cierta natural apatía del hombre posmoderno, o es qué estoy encerrado en mi cliché, en este personaje que la vida metió a la fuerza en mi ser, este payaso bebedor, este farsante ejemplar de la raza humana, lánguido espécimen venido de la mediocre angustia del desasosiego.

Contesta, le pregunto cómo esta, siento un caracol pequeño bajar por mi oído cuando ella dice estoy bien, esperaba tu llamada. Habla del viento, la tierra en las prendas, polvo en la cocina, mi ex esposo se quiso brincar.

¿Recuerdas el ensayo acerca del amor cortes?, claro que no entiende mi pregunta, ¿tiene algo que ver con despuntar, degrafilar, o hacer rayitos?

Le contesto con un crujir de garganta. Quiero hacerle entender que necesito una oreja, no una boca palabrera.

No había tenido ni una gatita en más de cinco meses, no me interesaba entrarle al espectáculo del cortejo una ves más, enflaquecer mis vicios por atiborrar de miel a una mujer que, invariablemente, se iría con otro apenas mis excentricidades se transformaran en vaguedad, mi arrojo en chistes falaces y mi sexo en una cicatriz nostálgica de los excesos.

Quiero platicarte del amor cortes, cierra el local, no barras los cabellos, no limpies los espejos, escúchame.


II

Denis de Rougemont sostiene en su libro Amor en occidente, publicado por primera vez en 1939, que para los occidentales el amor ha sido entendido, aceptado y manifestado como una fatalidad dulce y siniestra; su significación no ha variado mucho desde que Plutarco o Meandro, griegos los dos, consideraban el enamoramiento una extraña enfermedad con la que el resto de los hombres habrían de ser tolerantes, pues el enfermo padece el mal que no es ajeno a nadie.

Platón consideraba que los seres humanos habían sido rebanados en dos, que uno y otro se buscaban, que el amor era la busqueda, no la realización, que el amor es capricho. Con la influencia platónica en el cristianismo tenemos que el cuerpo es marginado para que el espíritu se concrete, la carne del hombre es un estorbo no un complemento, como en oriente.

De tal manera que el amor es la enfermedad de esperar, el aniquilamiento a través de la idealización de un mortal sin más y el fracaso perene de una imposición en quiebra: el matrimonio.

La dualidad amor-sufrimiento está manifestada en casi toda la literatura, me atrevo a escribir: arte occidental, encontramos que la fabulación primigenia es el arrebato de la pasión que, lejos de estallar en algarabía y buenaventura, se transforma en terrible destino, dolor insuperable.

La pasión está en el adulterio, quienes siguen su camino lo hacen como zombis, están inmersos en una extraña posesión de su voluntad, lo curioso es que esta desgracia no estaba ahí, no sucede, se elije. El fin de la pasión es la muerte.

Concepciones tales encuentran antecedente en los códigos de la lírica medieval; los trovadores provenzales, se atreve a teorizar Rougemont, estaban influidos por la religión de los druidas, el platonismo y el cristianismo primitivo, sus cantos que a nuestros ojos parecen inocentones y faltos de malicia, eran plegarias de inconformidad, sistemas mágico-semióticos, contrarios a una fe impuesta, una comunión aberrante, un feudalismo ideológico que, si revisamos nuestra época, continuamos en él.

III

Llegó un cliente… y colgó el auricular.

Hay una ráfaga de viento que levanta el césped, la ansiedad hace que no pare de mover la quijada, ¿este dolor de mi cuerpo, sospechosa sensatez de los sentidos, es un dolor universal o una añoranza física de la idea de lo que soy?, ¿no es mi carne entonces en donde recibo primero la existencia, o es una prisión deleznable que no me permite ser instruido en un nivel cósmico y no sólo mundano terrenal?

Tomo el teléfono, presiono los botones. Que se la pasó el fin de semana reparando la licuadora y que sobre el amor cortes sabe muy poquito, algo que vimos en cuarto semestre creopero, ¿sabes en cuanto me deja un corte de quince años tu amiga la peluquera?, me dice mientras al fondo muy claro se escucha gas, gas butano. ¿Recuerdas algo sobre los orígenes de la lírica provenzal?, le pregunto como un reclamo.


IV

En el siglo XII la burguesía tomó el control de la sociedad, las elites jerarquizaban, la iglesia instituía figuras de adoración para los esclavos y celebraba la comunión, por ellos creada, del matrimonio. Era conveniente que los señores feudales se casaran para heredar, para hacerse de una dote.

Pero no encontramos mucho paralelismo cuando ponemos atención entre lo que planteaba el amor cristiano y el cómo la iglesia lo adapto a su conveniencia. Renunciar al ego, pues amamos siempre a partir de nosotros, al yo del deseo, móvil de la pasión trágica, para vencer la angustia de vivir y encontrar la salvación de la que hablaba el hijo del dios de los cristianos, convertido a hombre, profanado en carne.

Contra todo este avasallador modo de vida feudal, los trovadores provenzales estructuraron una lírica que enaltecía a la mujer, como hizo Manes el profeta del manierismo, como lo hicieron después los celtas; así se oponían a la idea feudal del matrimonio.

La barrera es la propiedad privada, nacida entonces, manifiesta en el capricho de unirse bajo la actuación litúrgica de un sacerdote, el amor cortes cantaba a una pasión eterna que no habría de consolidarse, pues el dolor del amor es el amor mismo, si la pareja se realiza la pasión termina. Se elije la pasión como un acelerador de la inevitable muerte, para hacerla dulce, esta pasión sólo encontrada en las relaciones del matrimonio sucio y odioso.

V

Recibí correo de un conocido recién un divorciado:

Tenía los pies calientes toda la noche, su candor no era sexual, pues aunque siempre fuimos torpes, conseguíamos complacernos, mis pies son fríos, siempre han estado así, por eso duermo con varios pares de calcetas, no es una justificación ¿verdad?, al menos no una buena; yo sé que se tenía que ir, que se iría en cualquier momento, pero ahora que sucedió no puedo sumar dos más dos, no puedo quitarme de la cabeza las ganas de matarme.

De recibir este correo antes de investigar sobre el amor, me habría reído como hiena, pues se vuelve recurrente escuchar esta sentencia en labios de quien se siente traicionado, abandonado, envuelto en la trampa que desde el siglo XII pondera sobre nuestras cabezas que el amor es sufrimiento, que sufrir de amor es apasionante y que hay que llorar y arrastrarse, y que me llaman el loco porque el mundo es así.


VI

Hasta ahora las literaturas de occidente, como apunta Rougemont, parecen enfocarse en el amor desgraciado y en las veleidades del adulterio, se debe, dice el escritor suizo, a que aborrecemos tanto el matrimonio que lo sublimamos y condenamos en todas nuestras expresiones, en esta vida corriente.

De Madame Bovary a la victima de Juan Pablo Castell en, El tunel de Sábato, encontramos la formula tantos siglos repetida, pero consideremos algo ¿el amor dichoso qué, la eyaculación, las risas bajo la regadera, el entendimiento del uno por el otro?, ¿pura enfermedad?, ¿será que no merece la pena narrar los éxtasis, será que la literatura del cuerpo, Sade, Bataile, Zapata también es de este asqueroso estar triste siempre?, ¿y la iluminación es la muerte pues, entonces ya nos ganó la iglesia, los ricos, la mentira?, ¿debemos entonces regodearnos en ese dolor insano, decadente? No lo sé, cuanta confusión en mi cabeza.

VI

Hola, ya no me interesa el amor cortes, sólo llamo para, porque me preguntaron, qué cuanto cobras un corte para quince años, terminé la frase temblando, creía que estaba molesta. Doscientos pesos con maquillaje y todo, contestó, su voz era suave otra vez. ¿Si te llevo una cliente me darás comisión?, pregunté, pues necesitaba calmar la ansiedad. Sí, un poco, eh.

Colgué el teléfono y tecleé el siguiente punto.

ÓSCAR ÉDGAR LÓPEZ

1 comentario:

Ana Corvera dijo...

jaja chido, me gustó su introducción, ya me imagino a oscarín leyendo esto en su clase de literatura... saludos mi estimado, me debe una luciérnaga